El sentido común es el menos común de los sentidos.
Hemos oído muchas veces esta afirmación que la experiencia demuestra, que es tan certera como difícil de actuar de acuerdo con ella. Cuando los problemas no se abordan con lógica y sentido común, los problemas se agravan y las soluciones son más difíciles de encontrar.
El sistema de pensiones:
Resulta sorprendente que, después de tantos años conociendo los problemas del sistema de pensiones, no se haya entendido la lógica interna del sistema que se apoya en la solidaridad intergeneracional. Es decir, los políticos europeos decidieron en su día que las generaciones en activo financiaran las pensiones de las generaciones pasivas y convirtieron este sistema en uno de los tres pilares del Estado del Bienestar.
No hace falta ninguna compleja explicación matemática para entender la razón por la que el sistema ha entrado en quiebra técnica: las generaciones que trabajan son cada vez menos numerosas -por el descenso de la natalidad y el aumento del paro- y sus cotizaciones no son suficientes para cubrir las pensiones a unos jubilados, que aumentan cada año, debido al incremento de la edad media de vida. Por esta razón, la igualdad se quiebra y aparece un déficit cada vez mayor que resulta inasumible para el Sistema.
El punto de vista de la persona: después de cotizar durante toda su vida laboral, en el momento en que le toca llamar a la puerta de la Seguridad Social para cobrar su pensión, contempla con asombro e incredulidad cuando le dicen: “Lo siento, ahora no le podemos pagar lo que le prometimos en su día porque no hay suficientes trabajadores cotizando que permitan pagarle a usted la pensión que le corresponde”. Lo único que le proponen es que usted “pague el pato” y que asuma de buen grado que cada año que pase cobre una pensión menor porque el sistema no da para más. ¿Hay alguien que entienda esta situación fuera de toda lógica y del sentido común?
Soluciones que se proponen:
Los políticos, que aplican una lógica distinta cuando están en la oposición que cuando están en el Gobierno, no se atreven a coger el toro por los cuernos y decir con claridad que el Sistema ha entrado en quiebra y no hay quien le salve sin tomar medidas drásticas. La única solución genial que se les ocurre es acudir a los Presupuestos Generales del Estado, vía impuestos, para equilibrar el Sistema. De esa forma, la financiación del sistema se cargaría dos veces a hombros de los ciudadanos: cuando cotizan a la Seguridad Social y cuando pagan los impuestos cada año.
En el caso de seguir con el Sistema actual ¿cuáles son las soluciones posibles?
Las “positivas”:
- Incrementar el índice de natalidad.
- Disminuir el paro para que aumente la población ocupada, es decir, la que cotiza.
No parecen fáciles ni rápidas estas soluciones…
Las “menos positivas”:
- Retrasar la edad de jubilación —teniendo en cuenta el incremento medio de vida— para que disminuya el número de pensionistas: de este modo, se consigue que se trabaje durante más tiempo, aumentando los años de cotización y, por tanto, reducir el total de pensionistas.
- Aumentar el número de años para el cálculo de la base reguladora sobre la que se calcula la pensión, de manera que, al aumentar los años para el cálculo de la base, la pensión que se obtenga sea inferior.
La solución que aporta el sentido común:
Mantener el sistema actual reduciendo las bases de cotización, de forma que vaya dirigido a cubrir unos mínimos vitales para todos los ciudadanos. A partir de ahí, crear de forma institucional un sistema de capitalización, en base al ahorro que cada persona realice a lo largo de su vida laboral. La gestión de esos fondos la llevarían Entidades especializadas, bajo las condiciones y la supervisión del Estado, como ya sucede en otros países.
De esta forma, a la pensión que corresponda por el sistema público se sumaría el complemento privado, en función del capital que se haya acumulado. Como el fondo acumulado sería de la persona —en caso de fallecimiento lo seguirían cobrando sus herederos—, se resolvería de golpe el problema actual de las pensiones de viudedad y orfandad. La empresa podría colaborar en el proceso de capitalización a cambio de una mayor flexibilidad, como sucede en el caso de la mochila austríaca; el modelo sueco apuesta por una fórmula similar.
Si se aborda el problema de las pensiones con realismo, se pueden encontrar soluciones como las propuestas, u otras similares, pero basadas todas ellas en el sentido común aunque, como todos sabemos bien, es el menos común de los sentidos.
¿Qué es neddux?
Autor
Sandalio Gómez, Profesor Emérito del IESE Business School.