La salida de Leo Messi del Barcelona ha sido, sin duda, el acontecimiento futbolístico del año. Ha captado la atención, no solo de los medios de comunicación del mundo entero y de los aficionados al deporte Rey, sino incluso de aquellos que no siguen el fútbol de manera habitual. El carisma del futbolista ha superado fronteras y se ha convertido en un movimiento que ahora clasificaríamos de “transversal”. Las dos preguntas que están en la mente de todos, son: ¿Cuáles son las razones reales del Barcelona que han impedido alcanzar en esta ocasión un acuerdo? ¿Qué motivaciones han prevalecido en Messi para no renovar por el club de su vida y de sus amores?

La respuesta no es sencilla, al no disponer de toda la información de lo que sucedió en realidad y comprobar que cada una de las partes ha ofrecido una versión distinta de lo sucedido. Una cosa es bien cierta: ambas partes transmitían a la opinión pública una disposición muy positiva, en especial desde el club, que todo iba por muy buen camino, incluso que estaba prácticamente hecho a falta de pequeños flecos. Sin embargo, de la noche a la mañana se vino abajo ante la sorpresa de propios y extraños.

Una reflexión inicial: el fútbol ha crecido desde sus inicios en base a sentimientos difíciles de explicar que compartían clubes, jugadores, socios y aficionados y configuraban el “alma” del club. La realidad actual, debido al proceso de comercialización y en especial a los derechos de televisión a partir del nuevo siglo, es muy distinta. Esos sentimientos solo permanecen en los aficionados; para los demás, se ha convertido en una industria que mueve muchos millones de euros. Hay que reconocer, aunque nos duela a algunos, que los sentimientos se han transformado en transacciones dinerarias. Se ha pasado del amor a unos colores, a los éxitos de un proyecto, para acabar en los números fríos de un negocio. En el camino se ha perdido, en gran medida, lo que llamamos “el alma” del deporte, que no se ve, pero se palpa, y es lo que en realidad da sentido a todo lo que hacemos en la vida.

¿Ha sido un problema de sentimientos y de valores?

Después de 21 años en el club que le contrató cuando era un chaval, que apostó por él y le convirtió, gracias a su talento, en el mejor jugador del mundo, le deja escapar por incapacidad de cuadrar sus cuentas, con total frialdad. Al mismo tiempo, el jugador llora emocionado, rodeado de su familia, al tener que abandonar su club… En menos de una semana está plenamente feliz de incorporarse a otro club, capaz de pagar con creces lo que el Barcelona no podía ofrecerle. La conclusión, aunque nos duela, es que no han sido solo sentimientos los que han prevalecido en este caso. No quiere decir que Messi no sea sincero cuando llora al tener que abandonar el club de su vida, contra su voluntad, pero detrás existen unas realidades económicas que no conviene olvidar y que sirven de pañuelo para enjugar las lágrimas. El problema de verdad es si se hubiera quedado en paro.

¿De proyecto deportivo?

El Barcelona lleva unos años complicados tanto en la Liga española como en la Champions, con cambios de entrenadores y una política errática de fichajes, la mayor parte de ellos fallidos. No parece fácil, que al menos a corto plazo, pueda encontrar de nuevo los éxitos deportivos a los que aspira y que por su historia se hace acreedor. Esa realidad la conocen bien el club y el jugador.

¿De dinero?

Leo Messi, según desvela El Mundo, tenía un sueldo de más de 550 millones en cuatro años, que le aseguraba 70 millones netos por temporada, contando con dos primas: una por renovar, de 115 millones y otra de fidelidad, de casi 78 millones. Si se confirman, son unas cifras desorbitadas -incluso para el mejor jugador del mundo y para los ingresos que genera- a las que se habían llegado porque el club, con tal de retener al jugador, revisaba al alza su contrato cada vez que lo solicitaba. Messi nos informa: «Me pidieron rebajar el 50% mi ficha y lo acepté y sin que mediara ninguna otra petición, me comunicaron que el acuerdo era imposible». En primer lugar, hay que advertir que el 50% de una cantidad enorme, sigue siendo enorme. Si de 70 millones de euros se rebaja la mitad, la cantidad de 35 millones que resulta no deja de ser una cantidad tremenda. Además, con el empeño de hablar de sueldos netos, el coste para los clubes adquiere niveles imposibles. En general, la política retributiva de los clubes se improvisa sobre la marcha y no aguanta un mínimo razonamiento de justicia conmutativa ni distributiva. Si además, se suma la crisis del Covid y el límite salarial que tienen los clubes, el Barcelona se ha visto obligado a reducir gastos a toda costa y, de manera especial, la retribución de los jugadores, incluido Messi.

La realidad económica, aunque tarde, es la que se ha impuesto. ¿Es posible que hasta ese momento los nuevos dirigentes no se dieran cuenta de la catastrófica situación económica y financiera del club, con unas deudas totales que superan los 1.000 millones de euros y unas pérdidas anuales de más de 400 millones? ¿Sería quizás su deseo de que Messi se quedara a toda costa, lo que mantuvo a los directivos ciegos e insensibles a los números del Balance? Es una versión poco verosímil. Debe haber algo más que lo explique. Por parte del jugador, quería quedarse, eso es evidente, pero sin renunciar, a sus 35 años, a conseguir su último gran contrato como futbolista. Cada uno puede sacar sus propias conclusiones.


¿Qué es neddux?

Autor

Sandalio Gómez, Profesor Emérito del IESE Business School.